El rey regente by Jose Calvo Poyato

El rey regente by Jose Calvo Poyato

autor:Jose Calvo Poyato [Calvo Poyato, Jose]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Histórico, Realista
editor: ePubLibre
publicado: 2024-03-06T00:00:00+00:00


XXXI

El encuentro con Antón Guarnizo parecía que iba a ser breve, porque rápidamente llegaron a un acuerdo:

—¿Por ocho ducados me proporcionaréis diez onzas?

—Contad con ellas. Mantendrán vuestra verga tranquila muchos meses.

—¿Cuánto son muchos meses?

—Al menos durante un año. Con una pizca en el vino o, mejor aún, en la comida, será suficiente. Aunque… he de advertiros de algo.

Rodrigo arrugó la frente.

—Decidme.

—Los efectos no son inmediatos. Se necesitará al menos una semana y luego mantener la dosis diariamente.

—¿No estaréis dándome gato por liebre?

Antón le dedicó una mirada burlona y, con la desfachatez que le era propia, le espetó:

—¡Pasados esos primeros días, os aseguro que se os enderezará bastante menos!

Rodrigo no las tenía todas consigo. Guarnizo era un truhan.

—¿Cómo se recupera el vigor?

—Basta con dejar de ingerir la pócima. Serán necesarios algunos días para que vuelva a enderezarse.

A Rodrigo le asaltó una duda.

—¿Cómo es que podríais proporcionarme esta pócima y no sois capaz de elaborar cantárida?

—Porque la cantárida no se elabora con hierbas, que es de lo que sé algo. Y, además, el polvo de las moscas necesita alguna clase de añadido que no conozco. Ojo, que si se abusa de ella es como si se tomara un tóxico.

—¿Es venenosa?

—No, pero su abuso es peligroso. Al menos, eso es lo que me dijo el doctor Salazar muchas veces.

Rodrigo sabía, por el boticario Santibáñez, que el polvo de mosca requería de un añadido y que eso formaba parte de los secretos de la profesión. También que su abuso resultaba venenoso. Estaba claro que Antón sabía de lo que hablaba.

—Está bien. ¿Cuándo podré disponer de ella?

—Puedo tenerla en dos semanas. Pero os advierto que necesito dinero. Al menos cuatro ducados. Por supuesto, a cuenta del precio final.

—Tendréis que conformaros con dos.

—No seáis tan cicatero.

—No es cicatería, es desconfianza.

—No sois justo. ¿Os fallé cuando os dije que os llevaría a Salazar? Otra cosa es que se haya evaporado.

—Nos vemos aquí, a esta misma hora, dentro de dos semanas. Espero que acudáis y todo esto no sea una engañifa, porque si me estáis engañando os buscaré hasta debajo de las piedras —le advirtió Rodrigo entregándole el dinero.

Iba a levantarse, dando la reunión por concluida, cuando Antón le comentó:

—¿Y qué hay sobre el trabajo de pintura que me comentasteis?

—Lo único que puedo deciros de momento es que es posible.

—Anteayer me di cuenta de que estabais muy interesado en conocer detalles de lo que hice cuando trabajé en San Jerónimo el Real.

—¿Acaso habéis recordado algo más?

—Un día pude oír retazos de una conversación que mantenía aquel iluminador…

—Fray Lamberto —puntualizó Rodrigo.

—Fray Lamberto con el padre Ambrosio.

—¿Qué oísteis?

—¿Contároslo me ayudaría a que me proporcionarais algún trabajo?

—Posiblemente.

Antón dejó escapar un suspiro.

—Un día fui al scriptorium porque mi maestro necesitaba azul. Se nos había terminado. ¿Sabéis que el azul es el color más caro de todos?

Rodrigo recordó lo que decía aquel comerciante de telas, acerca de lo cara que era la seda azul. Pero quiso ver qué explicación le ofrecía Antón.

—No.

—Cuesta mucho dinero, porque se hace a base de la piedra molida de lapislázuli, que hay que traer de muy lejos.



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